viernes, 15 de agosto de 2014




Por cualquier parte donde voy, me encuentro con algo que tiene que ver con san Roque: una estatua, un recinto dedicado a él, una novena, un recuerdo… Algo. Yo creo que no hay un Santo que tenga más popularidad que san Roque, y que haya viajado más y tenga más devotos en el mundo. San Roque es del mundo. Hace unos días, estuve en un pueblo gallego, Combarro, y allí san Roque es el titular de la iglesia parroquial. Pregunté a una señora sobre la celebración de la fiesta y todo se resume a la misa, a la procesión alrededor de la iglesia y al baile de gaita y orquesta…

Le seguí preguntando: - ¿Aquí no se baila al Santo? - Pero, ¿qué dice usted? - ¿Ni hay toros? Asombro. Se ve que en Combarro sólo hay devoción. A la fiesta de Combarro, le falta emoción; en cambio, el distintivo de la fiesta de san Roque de Macotera es el acierto de saber conjugar devoción y emoción en la misma medida. Una cosa, que me llamó la atención, es que, en Combarro, a san Roque, le ponen velas durante todo el año; y, en Macotera, san Roque está siempre a oscuras, en silencio, como meditando, con la mirada perdida en el aire, intercediendo por el menesteroso de la peste. Ya lo hemos comentado en otras ocasiones: antaño, la fiesta grande de Macotera era el día de la Virgen de la Asunción: a san Roque aún no le habían dado licencia para ser patrón titular de las fiestas patronales del pueblo; en cambio, el día de la Virgen, aunque no era aficionada a lo taurino, el día de la Virgen, se corrían toros. Nos alejamos, con esta nueva, hasta 1563. El documento nos lo cuenta así: Se corre un toro en dicho lugar, y tienen abierta la puerta de la iglesia, y acuden allí las gentes a "guarirse" y "alende" (además) dejan sacar los escaños de la dicha iglesia, lo cual es indecencia y pónese en peligro de entrar allí el toro. Manda el señor Visitador que, de aquí en adelante, el sacristán tenga, en aquel tiempo, cerrada la dicha iglesia y no la abra, aunque lo manden los regidores y curas de dicho lugar, y no saquen ningún banco, lo cual mando se haga, se cumpla so pena de excomunión mayor y de tres mil maravedís para la cámara y fisco de su Excma; y si, al abrir la iglesia y sacar los bancos, hubiere algún daño, sea obligado de pagar todo el daño, siendo contumaz y rebelde en cumplir este mandamiento". 


Cómo y por qué nombramos a san Roque, Patrón de Macotera.   Desde que el mundo es mundo, ha sido castigado por la guadaña de la peste, la peste mortal que se ha ensañado con él en todas las épocas de la historia, diezmando pueblos, ciudades y caminos. Cuenta el Santoral que san Roque se precipitó a este mundo, como un presagio del destino, precisamente, cuando la peste negra asolaba a Europa entera a mediados del siglo XIV, llevándose tras de sí un tercio de su población. La culpa de aquella pandemia voraz, dicen, los que saben, que tuvo la culpa la pulga con el soporte de la rata negra, y a esta peste le dieron un nombre “peste bubónica”, con el que se ha paseado a lo largo de la historia por todo el mundo. Y la vemos aparecer en todos los tiempos, junto al hambre, junto a la miseria, junto al pedrisco, junto a la sequía y junto a la inundación descontrolada. Y ante esta desolación aparece un redentor. Nació en Montpellier a mediados del XIV. Lo dejó todo y siguió la estrella de su ideal, que no era otro que viajar a Roma, recorrer Italia a curar a todos los infectados de la peste, y falleció en loor de santidad. Y, desde entonces, se le fue encomendando la tarea de perseguir a la peste por todos los rincones del mundo, y se convirtió en uno de los abogados más activos del Reino. Y Macotera no fue menos: había sufrido los efectos de la peste a principios del siglo XVII y después, y entonces, el único remedio, ante la impotencia e indefensión, fue entregarse en manos de san Roque. Y hubo que oficializar su nombramiento como titular de Macotera. Y un día, a mediados del XVII, el alcalde, los regidores y el pueblo en masa, con la anuencia del señor cura párroco de la localidad, congregados a campaña tañida, según costumbre de la dicha villa, dijeron que, por cuanto muy grandes favores y buenos días habían pasado, acordaron hacer procesión y guardar el día de san Roque, y de no hacer en él labor alguna, porque lo habían tomado y escogido por abogado, para que suplicase por ellos al Señor Dios. El dicho señor san Roque le halagó la decisión popular de Macotera y aceptó ser su abogado, y prometió su intercesión ante el Hacedor, quien, por su ruego y petición, “nos proveerá a cerca de las dichas cosas y les de quitar el padecimiento. Por ende, dijeron y mandaron que, de hoy en adelante, para siempre jamás, se haga de cada año una procesión en dicha villa, en su día, en cualquier día que caiga en cada año. Y que, a la dicha procesión, estén obligados a ir todos los de la dicha villa so pena de seis maravedís a cada uno de ellos, y que todos los vecinos sean tenidos de guardar, en cada año, el día de san Roque, en el día que cayere, y se priven de todos oficios y labores, y que lo guarden ellos y sus mozos de soldada y obreros y obreras, carreteros y todas las otras personas, según se guarda y han de guardar el día del domingo”. 

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